lunes, 3 de diciembre de 2012

La sonrisa etrusca

Lo que empezó como una lectura que a mí se me hacía pesada, se tornó en divertida y emocionante, a medida que pasaba las páginas. Al principio vi un viejo cascarrabias, obligado a vivir en una ciudad sucia, oscura; ambos, el viejo y la ciudad, experimentan una metamorfosis gradual, nada brusca: el viejo se vuelve más humano, sensible y la ciudad, más amable.
Este señor que nos ha acompañado desde la primera página se apaga, dejando una semilla, su nieto, y en nosotros el mal sabor que deja un final triste aunque real, con la sensación que dejan los libros que verdaderamente nos maravillan.
La lectura de este libro me hizo reconsiderar la relación que yo mantenía con mi abuelo, valorarla más y comprender el punto de vista de la generación de nuestros mayores.

Santiago A.